Colorín Colorado

Una de las experiencias más gratas de mi niñez era escuchar o leer un buen cuento. Claro, si bien mis casi tres décadas de edad no permiten catalogarme como “alguien de antaño”, es necesario subrayar el hecho que crecí en una época en la que el auge multimedia estaba a quince años “de distancia”. Por eso, además de ciertas caricaturas televisivas en “blanco y negro”, los libros de cuentos y sus respectivas ilustraciones constituían un pasatiempo más que divertido para mí.

El comienzo de cada narración creaba cierta intriga. Para qué negarlo. “Había una vez…”; “En cierta ocasión…”; “Érase una vez…”; “En un lejano país…” eran las clásicas frases con las que se cautivaba de inmediato al lector. Luego de las risas, el suspenso, los héroes y la aventura, llegaba el inminente desenlace, con el tan esperado final feliz: “Y colorín colorado, este cuento se ha do”. Fantasías narrativas. Ilusiones infantiles. Finales felices.


Cuando comenzamos a tomar conciencia de la realidad, y la vida nos presenta distintos escenarios en los que se afirma nuestro rol como protagonistas de la acción, no es noticia decir que “nos vamos dando cuenta” que los finales felices muchas veces se concretan sólo en los cuentos que tanto amamos durante nuestra niñez…

Esto ocurre cuando alguien a quien consideramos nuestro amigo resulta no ser tal, sino que traiciona la amistad y la confianza que depositamos en su persona, concluyendo abruptamente la relación…

Sucede cuando un ser querido lucha por su vida, pero termina feneciendo por causa de una enfermedad…

Pasa cuando los padres privan a sus hijos (de manera intencional o no) del cariño y el afecto necesarios para el sano desarrollo de sus jóvenes vidas, creando un vacío emocional que traerá secuelas en la vida adulta…

Acontece cuando nos enfrentamos diariamente con cuestiones, propias y ajenas, relativas a la vida privada y a la sociedad, para las cuales no encontramos solución, hecho que genera frustración y sentido de fracaso…

Realidades existenciales. Desilusiones de la vida adulta. Finales confusos que generan interrogantes.

¿Qué hacemos con todo esto? ¿Permitimos que la ansiedad, el desengaño y el cinismo caractericen nuestras acciones? ¿U optamos por “hacer de cuenta” que “aquí no pasa nada”, lo que constituye una especie de suicidio mental?

Jesucristo dijo: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11.28, NVI).

En mi caso los finales felices de los cuentos no siempre han tenido su correlato en diversas circunstancias de mi vida. Sin embargo, el desarrollo de una estrategia múltiple que:

…contemple la aceptación de los hechos que no puedo cambiar (versus la estéril resignación).

…me lleve a ver la vida como algo integral (versus el falso optimismo hedonista cuyo ojo prefiere ser esquivo a todo lo que no produzca sensación de bienestar).

…me conduzca a aprender y tomar lecciones de las experiencias, sean estas malas o buenas (versus la queja y la frustración).

…me guíe, en definitiva, hacia la confianza plena en Dios, quien me brinda la capacidad de perdonar y perdonarme, amar y amarme, sanar y ser sano (versus el individualismo)…

…¡siempre ha sido la clave para sobrevivir: vivir más allá de la mera existencia!

Esto es mucho más que meros finales felices… ¡se trata de alzar nuestra mirada, observar más allá de la cotidianeidad y considerar nuestras vidas como un hecho integral!

Cristian Franco
No vivamos un cuento ni una novela. Vivamos una realidad. La Realidad con Dios.