Para que un depredador tenga éxito en un ataque deberá primero identificar a la presa. Un ataque dirigido a una presa poco clara o difusa traerá como consecuencia un inútil desgaste de energía. El acecho, la elección y la clara identificación del individuo son pasos fundamentales para lograr el objetivo.
Las presas lo saben y es por eso que esconderse, camuflarse y confundir al depredador es la diaria preocupación por la subsistencia. Pero, ¿dónde esconderse cuando no hay más que agua? ¿Cómo esconderse cuando el paisaje no presenta escondites? Un pez de arrecife podrá copiar los colores del coral, pero los peces de mar abierto viven donde el coral no llega, donde no hay más que otros peces.
La única opción entonces es esconder al individuo entre miles de otros individuos. El compacto cardumen ofrece la mejor solución. Peces iguales, del mismo color, de parecidos tamaños, moviéndose al unísono. ¿Cómo podrá el depredador individualizar una víctima entre miles?
Desde que las guerras existen los hombres aprendimos este principio. Un combatiente con una casaca roja sería un blanco perfecto y llamativo, salvo que todos los demás vistan la misma casaca.
Uniformar es confundir, misma ropa, mismo corte de pelo, seleccionados por tamaño, hacer desaparecer al individuo dentro de miles de inidividuos que se mueven al unísono impide fijar un blanco, elegir una víctima y darle muerte.
La única forma, entonces, no es atacar al individuo sino al superorganismo. No atacar al pez, atacar al cardumen. Muchos animales como los delfines, los tiburones y los seres humanos se han especializado en esta práctica con excelentes resultados diezmando cardúmenes hasta casi hacerlos desaparecer.
Para cada defensa hay un nuevo ataque y ante un nuevo ataque una nueva estrategia. Justamente la agrupación de machos y hembras en un cardumen hacen mucho más efectiva la reproducción, es más fácil desovar en un cardumen que en un arrecife donde primero ha de producirse el encuentro entre un macho y una hembra.
Ante una mayor reproducción se requiere el crecimiento acelerado del individuo para lograr alcanzar rápidamente el tamaño adecuado a sus compañeros de marcha. No importa cuán devastado haya sido el cardumen pronto volverá a aumentar el número de ejemplares, hasta volver a ser atacados y volver una vez más a la veloz recuperación numérica.
Los humanos nos construimos una piel intercambiable a la que llamamos “vestimenta” y la que podemos cambiar a nuestro gusto y en base a nuestras necesidades. Podemos decidir si pasar desapercibidos siendo uno más en la manada o llamar la atención de nuestros congéneres.
Podemos ser depredador o presa, confundir o engañar a nuestro antojo. Utilizar nuestra inteligencia para adaptar en beneficio de nuestra propia subsistencia, el más ancestral de los instintos hasta manejarlo a nuestro antojo aunque no sepamos muy bien por qué lo estamos haciendo…
Tito Rodríguez
Director
Instituto Argentino de Buceo
Existe un paralelismo entre como se resguardan los animales para su protección y como los creyentes debemos actuar bajo la sombra de la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, para poder contrarestar los ataques del enemigo. Necesitamos vivir, funcionar y operar unidos como Pueblo de Dios, porque cuando estamos unidos, al enemigo le cuesta derrotarnos.
Y esfuércense por cumplir fielmente el mandamiento y la *ley que les ordenó Moisés, siervo del Señor: amen al Señor su Dios, condúzcanse de acuerdo con su voluntad, obedezcan sus mandamientos, manténganse unidos firmemente a él y sírvanle de todo *corazón y con todo su ser.» Josué 22:5
Tan prendidos están uno del otro,tan unidos entre sí, que no pueden separarse. Job 41:17